PARA LELISMOS


Creo haber leído en alguna ocasión que cuando Hitler llegó al poder en Alemania allá a mediados de los años treinta, dentro del grupo de los opositores al régimen nazi, los pesimistas abandonaron el país, y los optimistas se quedaron.
Extrapolado al país multinacional en el que vivo, parece que hay poquitos pesimistas -dicen las encuestas que unos 50 mil fulanos se han ido al extranjero a labrarse un futuro deseablemente mejor-, solo cincuenta mil, así que parece que los optimistas predominan; y con arrojo y valor, se quedan en el país. Dirán ustedes que aquí no hay un Hitler, ni que la mitad del país es nacionalsocialista; en eso puede que tengan razón, pero los alemanes tampoco sabían que Hitler se convertiría en el megalómano destructor y genocida que el futuro atestiguó; en aquellos momentos era un político hábil y brillante con el mayor de los reconocimientos por las potencias extranjeras, Inglaterra y Estados Unidos entre ellas, y fue alagado por millares de intelectuales liberales de prestigio en todo el mundo. Decía que tampoco la mitad de este país es nacionalsocialista, eso es verdad, pero si lo son la mitad de dos países que componen parte de nuestro país, si se puede decir de esa manera, posturitas políticamente correctas aparte.
Pues con estos antecedentes históricos cogidos mas bien al azar, gusten o no, son ciertos; los pesimistas alemanes que abandonaron a tiempo el III Reich pudieron labrarse ese futuro deseablemente mejor en el extranjero, principalmente en Estados Unidos e Inglaterra; y de alguna manera modificaron su pesimismo patrio y colectivo, por al menos un optimismo personal. Pronto desde la barrera verían como su elección fue mas que acertada, al apreciar en pocos años como la Alemania que les vio nacer era pasto de las bombas, el fuego y la destrucción total. Sin embargo los optimistas se quedaron en Alemania, donde afianzaron su pensamiento y posición los primeros años mientras el III Reich campaba por Europa como dueño y señor, para pronto sufrir en primera persona, sino el hostigamiento, la persecución y el asesinato, si la destrucción mas absoluta tanto de Alemania, como del optimismo que les hizo quedarse.
Pues algo parecido veo yo con estos países que componen el país donde vivo. Donde las fuerzas nacionalistas -en casos ultranacionalistas-, ganan a pasos agigantados parcelas de poder por cauces democráticos – al igual que el NSDAP de Hitler-; y ahora al grito de independencia, exigen sin ambages su espacio vital -al igual que Hitler exigía su “lebensraum” para Alemania-. No pueden decirme que la cosa no tiene ciertos paralelismos. Si el asunto lleva el cauce que presupongo, poco a poco obtendrán lo que buscan, y es cuando uno se pregunta, si al igual que Hitler, decretarán unas leyes de discriminación –como las de Núremberg-, para ver quién es catalán y vasco, quién es puro, quién lo es a medias, o a un tercio, o quién no lo es para nada y nunca lo será por haber nacido en Trujillo y estar casado con una dominicana, el muy desgraciado. Algo habrá que hacer para distinguir quien es el vencedor y quién es el vencido, sin duda alguna; a quién se le reparte pastel y a quién se le cobran todos los años de opresión maligna. Está puesto en razón que se de la típica maniobra incluyente-excluyente de todo nacionalismo, sino a la historia me remito. Con ello, puede, y digo puede, pero puede que no, que se den esas leyes de discriminación, llámenlas leyes de Baracaldo o leyes de San Jordi, o como les de la gana. Y como primero se siembra y luego se siega, quien me dice a mi que – al igual que Hitler hizo-, no se hagan guetos para los no catalanes o vascos, no se persiga la impureza de raza, no se…, bueno el resto ya se lo saben ustedes de novelas chorras con pijama a rayas.
Por eso decía que los pesimistas se marchan y los optimistas se quedan. Yo que soy pesimista me marcharía, pero me pilla algo mayor y sin posibles, y como creo tener algo de sangre catalana en las venas – no se si podría o querría probarlo-, a lo mejor me cae una miagica con suerte; sin ella, me espero lo peor. Al menos Hitler engaño en un principio a medio mundo, estos de ahora no se pueden engañar ni a si mismos. Los optimistas se quedan, decía; pero es que en España no hay optimistas, solo hay cretinos adobados con la subvención por goteo por la farfulla política; al menos el III Reich lucía al comienzo esplendoroso en su tenebrosidad, aquí pasa lo contrario, todo luce tenebroso siempre, y siempre bajo la mediocridad.
Si fuéramos alemanes, el país se quedaba desierto. Eso si, si fuéramos alemanes no seriamos tan patéticamente divertidos.

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...y despues descansó.

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