EL PASTOR ALEMÁN


Las cosas que me pasan son ordinarias, no en el sentido pervertido de que tengan mal gusto, sino que son vulgares, en el sentido de cotidianas, de la gente ordinaria. El otro día, me situé en el tanatorio, por desgraciados pero irremediables avatares de la vida; y andaba yo muy triste por la causa que allí me llevo, compartiendo tristeza con mis seres muy queridos, cuando surgió la necesidad de obtener un pastor luterano para que realizara un oficio religioso a la luterana, por deseo soberano de nuestra gran perdida. Y henos ahí, sorprendidos de que hispánicamente nadie hubiera previsto tal detalle, pero sin culparnos, ya que no se podía haber previsto el mas primario y triste desenlace. El caso es que nadie conocía a un pastor luterano. Se pensó en corro, unos hacían que pensaban, otros pensábamos de verdad, todo se manejaba con la solemnidad y recato que requería el momento y lugar, hasta que se cayó en la idea de que el personal propio del tanatorio, curtido repetidamente en el único y seguro final de la vida terrenal, conocería de sobra, donde y como se consigue cualquier cosa de las necesarias para estas ocasiones; puesto que todos los días ven lo mismo, de todos los colores, edades y credos. Prestos a dar solución a tan perentoria necesidad, acudimos en comisión al parle con la plantilla.

Perdonen, ¿sabría Ud. darme información para contactar con un pastor luterano?, -¿eh?- recibimos de respuesta. Venga, de otra manera será mas entendible –pensé-. ¿Qué si sabe donde podemos encontrar un cura protestante, luterano? – calibrando un poco mas mi tono ya de por sí triste y lacónico-. – Pues no-, dijo sorprendido el asalariado – aquí solo tenemos curas “normales”- espetó, miro en derredor a sus compañeros los cuales asintieron al unísono, ya que en lugar de estar a lo suyo trabajando, andaban fisgando en lo ajeno, con un casi imperceptible morbo desarrollado probablemente por su lúgubre trabajo. 

AL RICO, SIEMPRE PALO


Aunque desgraciadamente ya un poco olvidado, recuerdo que decía la prensa que Amancio Ortega ha donado veinte millones de euros a Caritas. Decía parte de la prensa que le parece mal, dicen miles de twitters que tampoco están de acuerdo, decía la excelsa Lucía Extevarría que le parece fatal, y de rondón todos aprovechan para dan un repaso al empresario millonario. En este país hagas lo que hagas, este bien o mal, recibes. He ahí el mal de todos los males; y estoy de acuerdo con el Cardenal Richelieu que mas o menos vino a decir de nosotros; que los españoles solo se unen cual piña para combatir agentes extranjeros que pretender hacerles imposiciones, pero una vez eliminada la amenaza externa, vuelven a sus rencillas internas con regenerado rencor para enfrentarse eternamente unos contra otros. A este gran hombre de estado no le faltaba nada de razón, somos unos genuinos fraticidas.
Un hombre dona veinte millones a la beneficencia – me da igual que sea el propio Sr. Ortega, su fundación o pepito grillo-, y rápidamente las facciones podridas de esta piel de toro ponen el grito en el cielo. Se esgrime que si explota a sus trabajadores, que si contrata menores, que si es para pagar menos impuestos, que si la abuela fuma. Sea cierto o no, es que ha donado veinte millones; que antes de donarlos también ocurría lo que ahora claman al cielo y nadie decía ni mu. Parece olvidarse que el resultado es que veinte millones de euros han sido donados a la beneficencia.

...y despues descansó.

...y despues descansó.